Por eso sus años no coinciden con los nuestros, sino que empiezan con la luna nueva del solsticio de invierno (entre nuestros 21 de enero y 21 de febrero).
Para los fans del trivial: el ciclo lunar consta de varias fases. Algunas tienen nombres comprensibles, como «luna creciente», «cuarto menguante»... y otras son palabros como «luna gibosa creciente» (¿cómoooo?). ¿Que por qué se ve diferente la luna en cada etapa? Porque según su posición respecto al sol, ¡cambia la parte que está iluminada!
Osea: «Tú, tú, que no, que estamos en enero todavía, ¿no ves que la luna está gibosa?»
A lo mejor ya te has fijado en que nosotros ponemos nombres a los meses (enero, febrero, etc.) y números a los años (2014, 2015, 2016). Pues bueno, en China es al contrario: los años reciben el nombre de un signo del zodíaco, y los meses se cuentan con números.
A lo mejor te apetece saber un poquito más sobre esos signos zodiacales chinos. ¡Te lo vamos a contar TODO! Sobre los doce. Y sí, has entendido bien, ¡cada signo toca una vez cada 12 años!
La rata, el buey, el tigre, el conejo, el dragón, la serpiente, el caballo, la cabra, el mono, el gallo, el perro y el cerdo. ¿Y por qué esos animales?
Cuenta la leyenda que un día…
—¡El hombre! ¡Está tratando de matarnos por todos sus medios!
A lo que el Emperador de Jade respondió:
—Regresaréis a vuestras casas y comunicaréis a los animales que han de esperar a las puertas de palacio mañana de madrugada. Al primero en llegar lo elegiré como el símbolo para representar el año de nacimiento del hombre. De ese modo, no volverá a ser perseguido.
Los tres reyes animales se apresuraron a informar a los demás.
Como te habrás imaginado, los animales estaban que se subían por las paredes con la noticia. La rata y el gato, que eran colegas y vecinos, decidieron acudir juntos.
—Pero —dijo el gato— ¡yo siempre me quedo dormido!
La rata prometió despertar a su amigo felino. Sin embargo, al llegar la mañana siguiente, una idea malévola se le pasó por la mente: «El gato es más veloz que yo, me adelantará a tiempo para llegar al palacio!» Y así, se marchó sigiloso sin despertar al gato, que ronroneaba en sueños. Típico de los gatos.
Ante las puertas de palacio, ¡centenas de animales se habían agolpado! Una auténtica muchedumbre. Nadie podía mover un pie ni avanzar para atrás ni para alante. ¿Quién entraría primero?
La rata, en un alarde de astucia, se escabulló entre las patas de otros animales. Un paso más, ¡y fue la primera en llegar ante el Emperador! Así fue como el primer año se convirtió en el año de la rata.
El buey, impaciente, empujó con todas sus fuerzas a los otros animales, y embistió como una apisonadora hasta llegar al Emperador. Desde entonces, el buey es el segundo año.
El tigre, viendo que el buey había podido con los demás, se dijo que él también era fuerte. De un brinco, se encaramó sobre los demás y saltó de cabeza en cabeza hasta llegar el tercero.
Al verlo, el conejo reflexionó: «Yo no soy tan fuerte como para abrirme camino a lo bruto. ¡Seguiré el ejemplo de la rata!». Se encogió tanto como pudo y, hecho un bolita, fue escurriéndose poco a poco entre los otros candidatos. Quedó cuarto.
¡Entonces, el dragón entró en cólera! «Yo, la más fuerte y feroz de las criaturas, ¡me he dejado superar por un conejo!» Olvidando sus modales, se alzó sobre las nubes y surcó los cielos hasta llegar el quinto.
La serpiente no pudo soportar quedar en evidencia y parecer débil. Audaz, se deslizó entre las pezuñas de otras criaturas y llegó la sexta.
El caballo reunió todas sus fuerzas para dar un gran salto y clasificarse el séptimo.
La cabra se impacientó. No tenía más que sus cuernos para ayudarse, así que empezó a embestir a diestro y siniestro, frenética, hasta abrirse paso. Consiguió el octavo puesto.
El mono, aprovechando sus agilidad, se fue colgando de las crines de unos, las orejas de otros, balanceándose y rebotando contra cabezas, hasta llegar al frente. Quedó el noveno.
El gallo temía quedarse sin una plaza, pero batió sus alas tan fuerte como pudo y sobrepasó a todos los animales hasta ganarse el décimo puesto.
El Emperador de Jade, pensando que ya había bastantes animales, anunció:
—¡Ya basta! ¡ya basta!
Pero las palabras «basta» y «perro» se dicen igual en chino, y el escriba anotó al perro en el puesto número once.
Pero hete aquí que el escriba pensó que estaba llamando al cerdo y le dio el puesto número doce (las palabras «suficiente» y «cerdo» también suenan igual).
Molesto, el Emperador le arrebató violentamente el papel en el que estaba escribiendo, y gritó:
—¡No escribas nada más!
Contó, y vio que eran doce los animales para dar nombre a los años. Fue así como se eligieron los doce signos zodiacales y se estableció su orden.
Esta historia explica también por qué el gato y la rata se odian hasta hoy, y como se inició la leyenda del gato más famoso de Internet…