¿Qué, ya te hemos convencido? Si tienes amigos o familiares que se dediquen a la enfermería, seguro que saben de lo que hablamos. Pero, obviamente, ¡ser enfermera es mucho más que eso!
Los enfermeros se ocupan de cuidar, proteger y fomentar la salud de las personas en vida o con potencial de vida (perdón por la parrafada de diccionario, es que nos emociona). En pocas palabras, su trabajo es curar y ayudar a otras personas.
Genial, ¿no? Desde luego, cuando vuelves a casa te vas a dormir sabiendo que has hecho algo de provecho con tu día.
Tratar a los pacientes puede ser peligroso. Los enfermeros tienen que seguir al pie de la letra los protocolos de seguridad para evitar contagiarse o transmitir enfermedades a otras personas en el hospital. Es un trabajo para personas con los nervios de acero. No como algunas, que nos ponemos a temblar como flanes con solo ver una aguja...
Bastante sangre fría (no literalmente), capacidad de atención, tolerancia a pus, pis, etcétera, y pasión por ocuparte de tus pacientes. Pero nuestro consejo principal es que si un trabajo te apasiona, luches por él aunque te digan que no es fácil. Cuando todo pinte negro, haz de tripas corazón (¡no literalmente!).
Cada enfermero o enfermera tiene una especialización diferente, y a veces cambian de área a lo largo de su vida: puedes trabajar al aire libre, en un colegio, en el quirófano, en psiquiatría, con bebés, con personas mayores…
Hay muchas formas diferentes de ejercer la enfermería, pero todas tienen el mismo objetivo: ayudar a los demás.